Un proyecto de vida se designa a través de una sucesión de pequeños “sí”, en los retos ordinarios de lo cotidiano. El llamado de Dios te sitúa en la línea de la caridad, en la preocupación de hacer feliz a los demás. No es cuestión de dar sino de apertura de corazón y de buena voluntad. Es suficiente, entonces, que aceptes revisarte.

Aceptar un llamado nuevo de Dios, es aceptar entrar en un proceso de formación. Es al mismo tiempo darte una riqueza personal que nadie podrá arrebatarte. Hay un lazo inseparable entre la gracia de un llamado Divino y la responsabilidad humana, de responderle según las etapas siguientes: buscar a Jesús, seguirle y morar con Él.

El agente principal y el guía en toda vocación y crecimiento espiritual es siempre el Espíritu Santo. La vocación particular de todo bautizado se injerta en el ser cristiano. Descubrir la vocación personal con la ayuda del Espíritu es descubrir en qué estado de vida podrás vivir como cristiano de manera plena, valorizante, útil para ti mismo y para los otros. En una palabra, es descubrir la voluntad de Dios y, al interior de su gran plan de salvación, su proyecto de amor para ti. Es entrar en un dialogo con Dios.

Este descubrimiento vocacional se hace a través de un camino de búsqueda, de encuentro, de escucha, de acogida y de compromiso. En el encuentro y acogida de múltiples testigos, comenzando con los miembros del equipo Voluntas Dei, Dios toma cada vez más un rostro personal en tu vida. También a través del compromiso en los servicios y en toda clase de misiones se revelarán tus capacidades de amar, de darte, de vivir tu fe en lo cotidiano, de encontrarte en la misión de Dios viviente y vivificante. Discerniendo este actuar en un clima de silencio y de oración, bajo la mirada benévola de Dios, su voz se hará oír y su llamado se volverá más claro y fecundo.

En fin, ante toda la comunidad eclesial la vocación se discierne, se acoge y se acompaña y siempre es para una misión eclesial.

Como todo llamado de Dios, el llamado al ministerio presbiteral es una gracia: es un don gratuito de Dios. Este llamado suscita, en el sujeto, un proceso formador y de respuesta libre, compuesto de: conversión, adhesión, maduración, ofrenda y compromiso. No podría ser de otro modo para un miembro del Instituto secular Voluntas Dei como Dios llama al ministerio presbiteral.